POR: Gregorio Mercado Luengo.
Sin lugar a dudas que vivimos días difíciles como país. Días de declaraciones de distintos sectores de la opinión pública. Muchas de ellas interesadas en responsabilizar al gobierno y especialmente al presidente Boric con despliegue de banderas chilenas y vociferantes participantes que piden a gritos la renuncia del presidente elegido democráticamente y responsabilizándolo por las lamentables muertes de carabineros en actos de servicio en distintos incidentes con delincuentes decididos a matar sin un ápice de compasión y dispuestos a todo, situación que no sólo afecta a Carabineros sino a cualquier ciudadano que les presente algún grado de resistencia frente a un ataque delictual.
Frente a esto me surgen algunas interrogantes:
1.- ¿Es el presidente de la República quien planifica y ordena el modo de operar de Carabineros en terreno además de sus responsabilidades como ejecutivo?
2.- ¿No depende esto del Alto Mando de Carabineros quienes son por definición los responsables del cuidado y protección de “SU GENTE”?
3.- ¿Cuántos oficiales han resultado heridos en estos operativos? Porque hasta ahora sólo han sido funcionarios de clase sub-oficiales, es decir, cabos y sargentos. Por cierto ningún general, que si aparecen en la prensa o en los funerales con discursos dolidos y arengas a quienes sí estarán expuestos a nuevos riesgos mientras ellos permanecen a buen resguardo.
4.- Nadie los ha llamado a rendir cuentas por estas muertes. El congreso de mayoría de derecha se ha olvidado de esta facultad. Alcaldes y congresistas aprovechan estos dolorosos sucesos para llevar agua a sus molinos sin un ápice de moral.
Todo esto me ha traído a la memoria mis clases de liderazgo cuando citaba a Peter Drucker en su libro “El Líder del Futuro”, cito textual:
No murieron suficientes generales
De nuevo Drucker, en una entrañable anécdota, nos recuerda que los líderes más eficaces que él ha conocido no eran oradores o charlatanes sino personas comprometidas con la acción.
A mediados de los años 20, en sus años de juventud escolar en Austria, su profesor de historia –mutilado de guerra– les encargó redactar un ensayo sobre la Primera Guerra Mundial. Al comentar en clase los trabajos, un alumno sugirió que aquella contienda había sido un ejemplo de absoluta incompetencia militar. “¿Por qué?”, le preguntó al viejo profesor. Éste no dudó un instante en contestar: “Porque no hubo suficientes bajas entre los generales: prefirieron permanecer en la retaguardia y dejaron que otros se encargaran de luchar y morir”.
No sé porque extraña razón recordé este texto. Me pregunto qué tan comprometidos están estos líderes con “su gente”, en cuántos operativos están acompañándoles para evaluar en terreno los peligros que enfrentan y si ellos mismos están dispuestos a correr los mismos riesgos.
Creo que la realidad responde estas interrogantes que debiera rondar en las mentes de quienes piden responsables.
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