OPINIÓN | El impacto transformador del compliance en las prácticas empresariales

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Por José Ignacio Camus. Founder Partner Admiral Compliance

El compliance, un concepto que ha evolucionado de ser una mera obligación legal a un componente esencial de la estrategia empresarial, está redefiniendo la forma en que las empresas operan en diversos sectores. En un entorno cada vez más regulado, las empresas enfrentan una presión creciente para garantizar el cumplimiento de las normativas, particularmente aquellas reguladas por la Unidad de Análisis Financiero (UAF) y la Comisión para el Mercado Financiero (CMF). Sin embargo, más allá de ser una simple carga, el compliance representa una oportunidad para mejorar la ética y la transparencia en la gestión empresarial.

Las nuevas normativas, como la Ley de Delitos Económicos y la Ley de Ciberseguridad, han impulsado la adopción de prácticas más rigurosas de compliance en las empresas. Estas leyes imponen sanciones más severas para los delitos económicos y exigen la implementación de programas efectivos de cumplimiento. Asimismo, obligan a las organizaciones a identificar, evaluar y mitigar los riesgos asociados a sus actividades comerciales, estableciendo controles internos y fomentando una cultura de integridad.

Las empresas reguladas, especialmente las del sector financiero, han sido pioneras en implementar modelos de compliance, estableciendo procedimientos rigurosos para prevenir el lavado de activos y la financiación del terrorismo, cumpliendo con normativas tanto nacionales como internacionales. A pesar de sus avances, persisten desafíos, como la integración de nuevas tecnologías y la adaptación a las nuevas regulaciones.

El desarrollo de modelos de compliance en estas empresas ha preparado el camino para que nuevas compañías adopten estos lineamientos. Negocios de diversos sectores ahora tienen acceso a prácticas y estándares que pueden replicar para fortalecer su cultura organizacional. Este fenómeno no solo mejora la gestión interna, sino que también aumenta la confianza de inversionistas, clientes, colaboradores y contrapartes, en definitiva, de todos los stakeholders de la compañía.

Un ejemplo claro de esto es una startup tecnológica regional que implementó un programa de compliance inspirado en los modelos utilizados por bancos y aseguradoras. Esta iniciativa incluyó la creación de políticas de ética empresarial, la capacitación de empleados en ciberseguridad y la adopción de sistemas de monitoreo para detectar actividades sospechosas. Si bien en el proceso de evaluación de su modelo encontramos puntos de mejora, al adoptar estas medidas, la startup no solo está cumpliendo con las normativas vigentes, sino que también se posiciona como una empresa confiable y responsable, agregando un valor intrínseco a su quehacer.

A su vez, las empresas que cotizan en bolsa tienen estándares de gobierno corporativo que sirven de modelo para otras compañías. Estas entidades deben cumplir con requisitos estrictos de transparencia, auditoría y responsabilidad social. Los estándares de gobierno corporativo incluyen la divulgación de información financiera precisa, la gestión adecuada de riesgos y la implementación de políticas de sostenibilidad.

El compliance ha dejado de ser un tema exclusivo de las empresas reguladas para convertirse en una necesidad transversal a todos los sectores. Las empresas pioneras en este ámbito han preparado el camino para que otras puedan seguir sus pasos, adoptando prácticas que fortalezcan su cultura organizacional y cumplan con las nuevas leyes. Al final del día, un programa sólido de compliance no solo protege a la empresa de riesgos legales y reputacionales, sino que también promueve un entorno de negocios ético y transparente.

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