
Por: Matías Mödinger Kuschel, Presidente Juventud Evopoli Los Lagos
Este fin de semana, en Puerto Varas, participé en la primera jornada del curso “Líderes para Los Lagos” organizado por Evópoli, titulada “Sistema político y organización del Estado”. Allí profundizamos en la crisis política e institucional que vivimos, una realidad que se percibe en las calles, en los medios y en las cifras.
Solo un 4 % de la ciudadanía confía en los partidos políticos, la institución peor evaluada desde hace más de seis años. Esa desconfianza no sorprende cuando uno escucha decir: “Nunca se ponen de acuerdo, solo se pelean entre ellos”. Hoy contamos con 21 partidos representados en la Cámara de Diputados, lo que genera una dispersión que impide generar mayorías claras. Tampoco existen incentivos estructurales para formar coaliciones robustas: muchos parlamentarios se cambian de partido con la misma facilidad que de calcetines, mientras el sistema facilita el bloqueo de iniciativas legislativas.
Por eso celebro la reciente reforma aprobada en el Senado: impone un umbral nacional del 5 % para que un partido obtenga escaños o bien, ocho parlamentarios, y establece que quien renuncia al partido por el cual fue elegido pierde su silla. Estas medidas no solo ordenan el sistema, también acercan la política a un estándar de responsabilidad que la ciudadanía exige.
Desde mi vereda, más allá de qué lado es el que gobierna sostengo con convicción que lo lógico es que un Presidente debe tener la capacidad real de gobernar conforme al programa que llevó a la mayoría a elegirlo de forma tal que la dirección del gobierno converse con la voluntad popular. Si el Congreso no permite avanzar en esas propuestas, la ciudadanía esperanzada pronto vuelve al desencanto. Lo que prometió ser un mandato se transforma en frustración, erosionando aún más la credibilidad institucional y la de los partidos.
Resulta inconcebible que un Ejecutivo, dentro del marco democrático, no pueda implementar su agenda sin negociar eternamente. Necesitamos gobernabilidad, no un mosaico legislativo que impide la toma de decisiones.
Es hora de un sistema político que dialogue con la voluntad popular y no con la fragmentación. Esta reforma es un paso necesario —aunque no suficiente— para recuperar la confianza, ordenar el Congreso y poner a Chile en condiciones de gobernar con resultados.
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