Por sobre la violencia verbal y física, que transforma en cruel y cruento a un país, en el que ya no somos hermanos.
Por, Gustavo Cid Asenjo, periodista.
No escribo a esta hora de la noche o de madrugada, sólo por consignar hechos, como lo que he informado.
Lo hago en base a la experiencia, aquello que por olfato empírico, por la interpretación del escenario político, social, por decir lo menos, se ha incubado un nuevo formato de rebeldía social, lo que no es insurrección en el más amplio sentido conceptual. Estadillo social, o no, como quieran llamarlo antropólogos u otra forma de ver este nuevo movimiento social, que no nace en Panguipulli, se engendra de antes y explota allí, como consecuencia de un incidente confuso, -o nunca tanto-, pero que puede ser factor, no sólo de repudio, ante el accionar probablemente criminal (lo que está ya determinado la Justicia), sino que con o sin justificación, parte por liberar contención ciudadana ante una situación, en particular horrorosa, que termina por simbolizar, aunque con extremado exceso, el sentimiento de impotencia contenida, ante la incapacidad del Estado y sus poderes, de generar escenarios distintos como tan explícitamente se expresó el 18 de octubre de 2019, quizás, un momento aciago para los poderes institucionales o fácticos del país.
Salvo signos o intenciones de buena crianza, el pueblo entiende que millones siguen siendo igual que unos pocos, los millones esperan sufren, viven angustiados, en estado terminal social y económico, mientras las “clases” que administran el supuesto bienestar ciudadano, los menos, incluyendo La Moneda, con su actual inquilino, el Congreso y otros poderes del Estado (¿Qué Estado?) profitan de la inercia concedida, administran sus parcelas individuales, no el bien común, mucho menos asocian sus criterios añosos, arcaicos, individualistas, autoritarios, al sentir colectivo, que le es indiferente, aunque con cinismo ya intolerable, hagan creer lo contrario.
País de auto concebidos pequeños miserables maquiavelos, estalinistas, marxistas, hitlerianos, trumpistas, fascistas, ¿republicanos chilensis? (Kast), un cóctel perverso, que domina, versus la nueva ideología del pueblo, que no entienden, porque sencillamente no son capaces, son meros supuestos y fácticos representantes de un pueblo, que ya no los quiere, los detesta, porque, a diferencia de antes, no tienen ni la estatura política e intelectual de un país ejemplo de democracia, la que hoy vivimos con efecto pendular, casi con sentido de alcantarilla, en escenarios nacionales, regionales y comunales, con símiles de envergadura que ni siquiera alcanzan el primer piso de un edificio político sólido, con sentido de estadistas, porque claramente, apenas, son dueños de una cuestionable impronta, básica.
Y el pueblo reacciona, en ocasiones mal, se pone a la altura de quienes incendian la política, como nuestro propio presidente y amparados en esa bencina “oficial”, atacan con la razón de la sinrazón.
Un pueblo contenido ya se expresó (sin aval a la violencia anarquista o simplemente delincuencial) en el ya mítico octubre de 2019. La ira que no es signo de racionalidad, se manifestó de forma cruel en Panguipulli, como cruel o cruenta fue su génesis, lo que no es excusa, pero la reacción, sí sujeto de análisis. Esta noche en Villarrica, antes en distintos puntos del país.
¿Deben esos poderes, actuar, para contener la explosión social ad portas?. Sí, pero capaces no son.
Entonces, si la institucionalidad está por el suelo, sin credibilidad y desechada, no resulta improbable, que Chile pase de un estallido social, o revuelta, a un estado de revolución legítima, sin violencia, de forma masiva, con ideas e inteligencia, táctica y estrategia, no derribando nada, pro sí construyendo un nuevo modelo de sociedad, más moderno, íntegro, transparente y futurista, con todos, con ese pueblo silente que ya está explotando y no se detiene. Sólo hay que graduar el nivel de la explosión, con pensamiento, pero, sin Molotov.
Frei, dijo, Revolución en Libertad, Alessandri, lo hizo en forma austera con bufanda; Allende al estilo criollo. Todos algo dejaron, como en julio de 1789, los enciclopeditas franceses, François Marie Arouet de seudónimo «Voltaire», Jean-Jacques Rousseau, Montesquieu, en la icónica revolución francesa, que la historia recuerda como un hito, porque en su fin no hubo sangre, hubo, INTELECTO, para asociar a aquella plataforma, el sentir de los postergados.
Un Chile justo, igualitario, libre y fraterno, siempre será posible…
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